jueves, 10 de diciembre de 2009

Cristiano y la fiebre del próximo sábado noche


Cristiano Ronaldo ha ido adquiriendo desde que empezó a despuntar en el Sporting de Lisboa una fama progresiva que ha alcanzado su pico del Everest con su multimillonario pase al club más mediatizado y más mediático del mundo. Probablemente, Madrid y Cristiano Ronaldo sean dos entes cuya asociación, más tarde o más temprano, tenía que producirse. Era el destino.

Si el Madrid fuera un jugador de fútbol sería Cristiano Ronaldo. Asimismo, si Cristiano fuera un club sería el Real Madrid. Ambos son egocéntricos, engreídos, mal perdedores, altivos. Los dos se creen el centro del universo. Pero el centro del universo no existe, porque es infinito. Y el Real Madrid, por tanto, no es universalmente céntrico. Y CR9 menos.

A nadie se le escapa que el portugués es muy bueno. Insultantemente bueno. Estará todo el partido atacando el, por ejemplo, Xerez, pleno de humildad y compromiso, y probablemente no pueda ni anotar un mísero gol. Sin embargo, Ronaldo se podría sentar en el césped de Chapín y cuando le apeteciera levantarse y colársela a Renan Brito a la primera. Es muy bueno. Pero ya está. Sólo sabe jugar al fútbol, y lo hace muy bien.

Pero por rabietas de niño futbolísticamente mimado como la del otro día frente al Almería prefiero mil veces antes a Leo Messi. El luso se quedó "llorando" su error en el penalti que nunca se debió señalar en lugar de celebrar el tanto que nunca debió subir al marcador anotado por Benzema, en el rechace de su pena máxima. No debería mirarse tanto el ombligo. O no enseñarlo tanto al menos, porque el espectáculo que le costó una amarilla al despojarse de su atuendo merengue para mostrar su torso de culturista tras marcar su gol de turno, sobraba. Y la patada al isquiotibial de Ortiz tras perder el esférico es otra muestra de que este muchacho no tuvo abuela, ni la tendrá.

Este show del jugador portugués le va a costar perderse el partido de Mestalla, y bendita sea dicha ausencia. Y la falta de Kaká también. El Madrid siempre es el Madrid, pero cuanto menos balas tenga Pellegrini en la escopeta mejor. Mucho mejor. El Madrid ha invertido alrededor de 250 millones de euros en la confección de la II Galaxia. El Valencia en economía de guerra se gastó en torno a los -9 millones. La diferencia se ha traducido en tan sólo 3 puntos en la clasificación. 3 puntos que el sábado pueden ser 0. Ha de ser 0.

El Valencia juega mejor, toca mejor, ataca mejor, y tiene más claro su estilo. El Madrid con Ronaldo es un conjunto de pollos sin cabeza con un gallo que les resuelve la papeleta. El Madrid sin Ronaldo y Kaká es un conjunto de pollos sin cabeza en el que sólo un arranque de épica fortuna de Gonzalo Gerardo Higuaín puede sacarles del embrollo.

El Valencia ha de demostrar sus credenciales en un duelo de máxima rivalidad y a partir de ahí dar "el coñazo" con una candidatura a ser la alternativa a la II Galaxia y al súper Barça, un puesto que por historia y afición se merece.

Hablando de coñazos, muy grande el señor Albelda. Está bien que de vez en cuando, un guerrero del fútbol baje a los mesetarios de las nubes. Ya lo hizo el doctor Pablo Alfaro, diciendo que parecía que los merengues measen colonia. Y razón que tenía.

Lo bonito del fútbol es que es posible que el sábado, pese a contar con las bajas de sus dos estrellas de habla portuguesa, el Madrid se lleve los tres puntos del viejo Mestalla. Pero pase lo que pase, yo me levantaré orgulloso el domingo sabiendo que cuando uno de los jugadores de mi equipo miccione, sea perfume o cualquier otro producto químico-orgánico, no se van a enterar hasta en la Micronesia meridional.

Amunt.

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