domingo, 28 de febrero de 2010

El Atlético pasa por encima del Valencia con la ayuda de Marchena



Pérez Burrull es malo, muy malo. Si estuvo en la nevera tras el deshecho osasunista en el Bernabéu, no fue por casualidad. Condicionó un partido con sus erróneas decisiones, cambió claros penaltis a favor del Atlético por expulsiones a jugadores del Valencia, y mantuvo una actitud altiva que no se corresponde con su rol. Lo del señor Marchena es para darle de comer aparte. Un capitán no puede provocarse una amonestación en la primera jugada del partido, y autoexpulsarse después con una absurda mano dentro del área. La apatía de los blanquinegros, tampoco tiene precio. Una vez más demostró no tener la más mínima pista de cómo se juega en los campos grandes de nuestra liga. Partido lamentable, se mire por el ángulo que se mire.

El Atlético fue superior, contra 11 y, por supuesto, contra 10. Por tanto, no existe excusa. El gol en el minuto 20 de Silva no hacía justicia en el marcador en base a los méritos de los dos equipos. El Atlético ya había tenido opciones de adelantarse y la misma jugada con la que llegaría el tanto del jugador canario del Valencia se inició con un clamoroso penalti de Éver a Reyes que Pérez Burrull se tragó. Los de Emery partieron a la contra y Silva batió a David De Gea tras un rechace y una jugada personal de cierto suspense. Hasta ahí llegó el juego ofensivo de los che.

El Atlético se lanzó a por el empate y lo encontró de la forma más esperpéntica nueve minutos después del tanto blanquinegro. Marchena, desquiciado sin motivo alguno, se confió jugando el esférico, lo perdió merced a la insistente presión de Agüero y, tras caer al césped, se la rebañó con la mano al argentino, quien como un caballo desbocado corrió tras un despistado trencilla, que no se había percatado de la película. A las protestas del Kun se unieron las quejas de sus compañeros de equipo, mientras el árbitro gallego se acercaba al cuarto árbitro para que éste le confirmase que era pena máxima y expulsión. Nada que objetar. Si acaso la potestad del cuarto árbitro para cambiar la decisión del colegiado. Y el rumbo de un partido. Vaya por delante que es la primera vez en la historia de esta competición en la que el cuarto árbitro señala una pena máxima. Minuto de gloria para el asistente, gol de Forlán y Marchena a la ducha.

Emery dio entrada a Maduro por Juan Mata para recomponer su retarguardia, y los che se dedicaron a aletargar el partido hasta el intermedio.

La segunda parte no fue sino un monólogo de ataque atlético, en el que un Valencia sin capacidad de respuesta, apático, desangelado y falto de actitud, sólo pudo sobrevivir gracias a las paradas de César Sánchez. El cancerbero vallisoletano se quedó a escasos 13 minutos de completar una gesta, pero se fue del Calderón con cuatro roscos que si no hacen justicia a su notable actuación, sí son lícitos y legítimos vistos las credenciales de su compañeros de campo desde la expulsión de Marchena.

Hasta cinco -o seis, o siete, u incluso ocho- intervenciones de gran calidad se sacó César hasta que el Kun Agüero consiguió batirle de cabeza, tras otra jugada polémica en la que el pequeño argentino estuvo un buen rato sentado en el suelo de manera tangible y el colegiado no paró el juego hasta que se produjo una dudosa falta en la banda. Antes se había tragado un penalti de Banega por frenar con la mano un libre directo de Simao Sabrosa.

Con los méritos del Atlético reflejados en el electrónico, Burrull se inventó una expulsión a Miguel por una presunta plancha a Valera que deja más en cuadro si cabe la defensa del Valencia para el próximo choque, y que provocó la llegada de los dos últimos tantos de la noche aciaga valencianista. Forlán y Jurado culminaron una goleada que se queda hasta corta. A un equipo no puede condicionarle tanto la expulsión de un jugador. Mala pinta tiene la cosa.


jueves, 25 de febrero de 2010

El Valencia ejecuta al Brujas en la prórroga



Agonía, épica, emoción... Muchas sensaciones vividas durante la ncohe de hoy en Mestalla. Un Mestalla con ánimo de venganza deportiva, de revancha por el aciago partido del jueves pasado en la ciudad belga. Un Valencia preparado para la gesta, con una formación ofensiva de 3-5-2 y con todas las localidades de su circo máximo ocupadas, comenzó como un auténtico vendaval, y el primer apogeo de la noche llegó a los 20 segundos de juego. Miguel, en ese momento actuando en el lateral izquierdo, ascendió como quien no quiere la cosa por dicho flanco, y centró un balón que tras ser rozado por un zaguero forastero llegó a los pinreles de Juan Mata, quien batió por bajo desde el punto de penalti a Stijnen.

Cómo es el fútbol, que lo que no consiguió el Valencia en los primeros noventa minutos en Brujas, lo hizo ayer cuando los aficionados todavía se estaban acomodando en sus asientos. Cómo es el fútbol que lo que consiguió en la primera jugada del partido, no volvería a ser capaz de hacerlo hasta la prórroga. Hecho tan pronto lo más difícil, pasar de ronda parecía pan comido en un principio, pero a posteriori se comprobó que de pan no tenía nada. Y menos comido. Ni siquiera un trocito. Del éxtasis inicial el partido se fue calmando, el Brujas fue ordenándose y al Valencia le comenzó a costar más llegar al arco visitante. A pesar del decreciente ritmo valencianista, el control del choque prosiguió siendo absoluto, merced a una inédita medular formada por Baraja y Banega, cuyas espaldas se veían bien secundadas por David Albelda.
Exceptuando los primeros compases, el Brujas hizo un partido serio y no dejó que los pupilos de Emery se acercaran con facilidad a su portería. Aún así, el equipo che pudo irse al descanso con algún gol más de ventaja. La peligrosidad del equipo flamenco sólo residió en algunas jugadas aisladas y en libres directos desde la frontal. La ocasión más clara de los blanquinegros la tuvo Banega al filo del descanso, cuando desde fuera del área chutó duro pero excesivamente centro como para batir a un Stijnen que lo iba a poner muy difícil si batirle era el objetivo valencianista.

En la segunda parte, la contienda se mantuvo por los mismos derroteros, con el peso del juego ofensivo portado por los locales. El Valencia volvió a un 4-4-2 clásico con la entrada por precaución de Alexis por un amonestado Rubén Baraja.

Stijnen no tardó en convertirse en la pesadilla blanquinegra. Repelió uno a uno todos los disparos que los estiletes valencianistas enviaban hacia su meta. Cuando se tenían nueve minutos cumplidos de la segunda parte, Villa se inventó una gran jugada personal desde la banda derecha, pero envió su disparo a las piernas del cancerbero belga. No obstante, la más clara la tendría Pablo, quien incomprensiblemente la envió también al muñeco tras aprovecharse de un rechace del guardameta a tiro de Joaquín -quien, por cierto, había entrado por Zigic-.

El Brujas, en la parte final de los noventa reglamentarios, también dispuso de ocasiones para dar la campanada, pero César, ayer titular en detrimento de Moya, respondió con tanta eficiencia como su colega Stijnen.

A la postre, los locales no supieron sacar una eliminatoria por la vía de los noventa minutos y tuvieron que enzarzarse en una imprevisible prórroga, con las fuerzas de ambos contendientes escaseando cada vez más.

Aquí, Pablo Hernández fue el gran protagonista. Primero porque en la primera parte del tiempo añadido se vio en la media luna, y disparo seco abajo, a la derecha del portero belga. Eliminaba así cualquier opción de marchar a la tanda de penaltis, y daba momentáneamente el pase a los valencianistas.

Al comienzo de la segunda parte, Mata se encontró solo frente al cancerbero del Brujas, pero ajustó tanto su disparo que salió rozando el poste de la portería. Pero por fuera, claro. Minutos después llegaría la sentencia definitiva con una contra perfectamente ejecutada por Pablo, quien tras sortear la salida del portero, puso el tercero de la noche.


martes, 23 de febrero de 2010

Villa y Paradas Romero, las dos caras del fútbol


El Valencia logró ayer, lunes, su cuarta victoria consecutiva en el fuedo de la avenida de Suecia y dio un paso importante de cara a la clasificación para la Liga de Campeones. Lo hizo pese a chocarse contra un gran equipo, el Getafe de Míchel, y lo hizo, sobretodo, pese a Paradas Romero, un árbitro malagueño que no dio ni una a derechas y exasperó a equipo y público valencianista. Pese a todo, el Valencia sigue tercero y adquiere un serio colchón frente a Deportivo y Mallorca, inmediatos perseguidores de Valencia y Sevilla en la lucha para la Champions.

Comenzó fuerte el Getafe, aprovechando la ya tradicional desidia inicial de los blanquinegros. Subió las líneas de su escuadra Míchel, asumiendo los riesgos que ello conlleva. Ahogaron por completo el juego de creación del equipo che, el cual se enfrascó en una serie de balones largos estériles sin ningún tipo de peligro. El partido comenzó jugado en la mitad de campo de los locales, manejado por la batuta que dictaba el veterano de guerra Casquero y el joven Parejo. A las bandas, Manu del Moral y Pedro León intentaban buscar por las alturas al otrora valencianista Miku, quien no anduvo muy acertado en toda la noche. El caso es que el Getafe salió mandón, pero no tuvo prácticamente ocasiones de gol. De hecho, la primera fue para el Valencia, para el debutante titular Domínguez, quien en una de esas contras que tanto le agradan a los blanquinegros pudo estrenarse a lo grande. Lo evitó Codina.
Los de Emery, sin embargo, no acababan de tomarle el pulso al encuentro. La presión del equipo madrileño provocó una exhibición valenciana de pases imprecisos que impedían un juego fluido. Alexis se cayó al suelo y tocó el esférico con la mano, hecho que le costó la amarilla. Poco después, otra mano, la de Albelda, acarreó una cartulina amarilla que a su vez conllevará la ausencia del de la Pobla Llarga en el Calderón.
Por esos derroteros de incertidumbre se halló toda la primera mitad hasta que al filo del minuto 40, César sacó de meta largo hacia el ayer lateral izquierdo Alexis, quien con la cabeza prolongó el balón al hueco para el Chori, que ya casi en línea de fondo le puso un perfecto pase de la muerte al Guaje Villa, que no falló frente a Codina. Con muy poco, 1-0. Y una de las mejores noticias de la noche se empezaba a vislumbrar: la vuelta de Villa. Ante el trascendental encuentro del jueves, es necesario que el asturiano se sienta confiado y en buena relación con el gol.
Antes del intermedio todavía habría tiempo para que el Cata Díaz sacase prácticamente de dentro un balón con el que Domínguez ya había superado a Codina.

Nada más comenzar la segunda parte, un Villa en plan estelar aprovechaba un balón al hueco de Silva para batir mediante vaselina a un adelantado Codina y cerrar aparentemente el partido. Digo aparentemente porque aquí apareció el colegiado Paradas Romero, protagonista de la noche con permiso de Villa, quien se preocupó de reabrir un encuentro cuando ambos entrenadores ya pensaban en el entrenamiento del día siguiente. Pedro León, pícaro y tramposo ayer como nunca se le vio, forzó una inexistente falta que el árbitro interpretó como merecedora de la segunda amarilla de Alexis.

El Getafe vio un inesperado atisbo de salvar como mínimo un punto y se fue a por todo hacia el marco de César. Además, los banquillos de ambos equipos se movieron. Emery recompuso su -cada vez más- maltrecha defensa con la entrada de Maduro por un ovacionado Domínguez, mientras que Míchel daría entrada a Albín y, poco después, a Kepa, en busca del gol.

Fue Manu del Moral quien tras un erróneo despeje de la zaga che, batió por bajo a César a falta de aproximadamente un cuarto de hora para el pitido final. Emery dio entrada a Mata por el héroe del partido, en un final que se hizo eterno para toda la parroquia che.

Mientras tanto, Paradas Romero siguió a lo suyo. No señaló un penalti a Maduro, sí vio un inexistente fuera de juego de Pablo -que había saltado al campo en sustitución de Joaquín-, y consideró como saque de puerta un despeje de un defensa del Getafe. Para más inri, casi al final del encuentro, Dealbert cometió un absurdo e innecesario penalti ante Miku que el colegiado andaluz no se atrevió a señalar. Nefasta actuación arbitral, pero importante y sufrida victoria valencianista. Ahora, a pensar en el Brujas.

jueves, 18 de febrero de 2010

Serie de catastróficas desdichas en Brujas



Se desconoce si por brujería, por simple mala fortuna, o por un compendio de ambas, pero lo cierto es que el Valencia se ha complicado y mucho la eliminatoria de deiciseisavos de final de la Europe League. También hubo errores propios. La rabieta que le costó la magenta a Silva no venía a cuento, y la enésima cantada de Moyá son ejercicios de autodestrucción que han empujado al Valencia al borde del abismo. Del partido de vuelta dependerá si el Valencia cae por el precipio de la eliminación, o si sigue por el sendero hacia la final. No participará en Mestalla Jeremy Mathieu, lesionado de gravedad en un lance de juego. Sí será en cambio de la partida un negado Villa, quien hoy la estampó contra el palo en la segunda parte.

Comenzó vivo el choque. Una buena intervención de Moyá nada más comenzar libró a los de Emery de encajar el primero de la tarde. A los pocos instantes, sería su colega rival quien salvaría por partida doble a los suyos. Primero en un magnífico remate dirigido al cartabón de Villa desde la frontal y en ese posterior saque de esquina, cuando Baraja fusilaba incomprensiblemente al muñeco desde casi el área pequeña. Minutos después, Mata también la estamparía contra el meta Stijnen. Hasta el cómputo de ocasiones claras, todas en el arranque del choque.

Si bien el partido estaría controlado hasta la autoexpulsión del canario Silva, la lesión de Mathieu en el minuto 22 alertargaría a los jugadores valencianistas hasta el descanso. Por el galo entró Maduro, que jugó en la derecha, desplazando a Miguel al flanco izquierdo. La intensidad del choque se rebajó, pero no la dureza belga, la cual seguiría martilleando las extremidades inferiores valencianistas hasta el pitido final. En esta coyuntura, el delantero Kouemaha se encontró con el balón solo frente a Moyá, pero su disparo con la siniestra se fue a saque de puerta no sin antes contactar con el travesaño.

La segunda parte no se demoró en seguir siendo un absoluto tormento para la expedición blanquinegra. A los tres minutos, Silva vio su segunda amarilla por una innecesaria patada a un rival en la pugna por el balón tras la salida de un córner. Apenas 8 minutos después, Kouemaha recibía un balón en la media luna, se daba la vuelta y se inventaba un chut fácil de atrapar para el cancerbero valencianista quien, para disgusto de la parroquia che, cometía un garrafal fallo que le puede costar al Valencia su clasificación. Incomprensible el rendimiento de este guardameta que costó 5 millones y cada día se troba más inseguro bajo los palos.

El Valencia, pese a todos los golpes recibidos, se sobrepuso y trató de dominar en el encuentro. Sin embargo, la ausencia de Silva era una losa demasiado pesada y el equipo lo acusó. Mata y Villa se encontraban demasiado solos, y ni un Miguel voluntarioso pero desacertado en ataque, ni los nefastos de forma física Joaquín y Pablo, lograron contactar en condiciones con los dos estiletes che.

Aun así, Villa la tuvo al principio del último cuarto de hora pero el Guaje está en conflicto con el gol. La cruzó rasa, y el balón se estampó en el poste.

De ahí hasta el final, monólogo de juego valencianista, impotente frente a un inefable árbitro "a la europea", exageradamente permisivo con los del Benelux, y muy estricto con los blanquinegros, así como a una férrea defensa del Brujas, impresionados con el resultado que estaban logrando. Y que acabaron logrando, ¿por qué no decirlo?

El Valencia tendrá que escalar el jueves una dura montaña si quiere estar en el bombo de octavos.

domingo, 14 de febrero de 2010

El Valencia se deja dos puntos en Gijón



Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Emery es un perfecto paradigma de este principio. Es más, es capaz de cambiar ese "dos veces" de la cita por un severo "tres veces" o incluso "cuatro veces". O más. Ya saben.

Decía su presidente, el señor Manuel Llorente, que el Valencia todavía puede dar la sorpresa. Superar a Madrid o Barcelona, o a los dos a la vez.Yo no lo creo así. No es así porque el Valencia adolece de falta de ambición. No lo es porque ya no es tan fuerte a domicilio. Y porque el Barça y el Madrid son dos indomables titanes absolutamente inalcanzables por métodos humanos y mortales. Y reitero, Emery es humano. Un perfecto humano.

Volviendo a la cita célebre, digamos que el Valencia salió ayer de la misma forma que lo hizo en Tenerife. A verlas venir. Recuerden, así, sin ir más lejos, al Madrid de Riazor. Un Madrid mandón, con iniciativa, ambición, todo lo que le falta al conjunto del Turia. Al menos de inicio. Si la ineficiencia goleadora del Tenerife evitó una hecatombe en los primeros compases del choque insular, los che no salieron tan bien parados en los veinte primeros minutos de los dos partidos posteriores a domicilio. Negredo la puso dentro en el Pizjuán, ayer la clavó Diego Castro cuando los de Emery todavía se quitaban las legañas.

Por eso principalmente el Valencia no está allí arriba. Porque no sale con decisión y pundonor a por la victoria. Lo de los palos de Marchena y Villa, las intervenciones varias de Juan Pablo y demás, son cuestiones anexas. Lo que más importa es la intención. El otrora mejor equipo a domicilio únicamente muestra las virtudes ofensivas que atesora cuando el marcador se pone en contra. Entonces, eso sí, puede hacer un "chorreo". Ayer pudo hacerlo, pero la fortuna no ayudó.

Los de Preciado son un verdadero y literal bloque. Rebosan garra, ilusión y entrega. ¿Todo lo que le falta al Valencia? De ahí los cuatro puntos que le han birlado a los che en los dos partidos de liga. Empezaron como un obús, marcaron gracias a una joya de Diego Castro, y se fueron atrás. Pero no con barraca y autobús doble, no. Con mucho criterio, ayudas defensivas, concentración, y buscando la contra. Hasta el gol de Mata, el del empate, transcurrió más de una hora de juego. Si hubieran puesto el segundo se habrían llevado los tres puntos. Lo tuvieron cerca. Y más cuando tras el empate del burgalés el partido se tornó en una psicótica locura endiablada que acabó en el descuento con un uno contra uno de Mate Bilic frente a César. Lo salvó el vallisoletano. Menos mal.

Por el cómputo de ocasiones, por el total dominio valencianista tras el gol asturiano, el Valencia mereció más. Pero estas cosas le pasan por no aprender de sus errores, por ceder la batuta de los primeros minutos al rival y dejarle hacer. El Valencia tiene ambición, sí, pero sólo para ser tercero.

lunes, 8 de febrero de 2010

Líder a trece puntos del primero



Si algo ha quedado bien claro en las 21 jornadas de Liga BBVA que se portan disputadas, es que el tercero en discordia es el Valencia Club de Fútbol. El Valencia se alza como el indiscutible líder de la liga de los humanos, aquélla formada por los equipos que sufren los compromisos económicos que una época de crisis conlleva, aquélla en la cual hasta los conjuntos teóricamente más fuertes pueden patinar en campos más humildes -véase ayer el Sevilla en la Romareda-, aquélla en la que cada domingo existe emoción.

En la otra liga, la del Madrid y el Barça, sólo existe intringa en su conjunto. Osease, únicamente tiene suspense el desenlace, la respuesta a la pregunta del millón, ¿quién ganará la Liga? Dentro de ella, los periodistas deportivos que llevan la camiseta de uno u otro equipo, parafraseando a Pep Guardiola, tratan de inventarse bulos de etimología villarina para alimentar un pseudoculebrón de 38 partidos a cara de perro entre los dos equipos más poderosos del mundo. Interesante, sí. Pero hasta cierto punto. Aburre ver como a los cinco minutos ya van ganando. Y ante ésto, no extraña que el árbitro pase a ser el punto de mira principal. Es el único individuo de la farándula futbolística que se interna en el terreno de juego sin ser de ningún equipo. Pero la polémica que se viene vertiendo sobre el villarato y demás presuntos complots contra la transparencia de estos personajes no es más que un artificio mediático que sirva, por un lado, para justificar la victoria rival y la consecuente derrota propia y, por otro, mantener viva la llama mediática de un espectáculo bipolar, bipartidista, y privativo de dos equipos. Seamos sinceros, a los dos grandes les ayudan los colegiados.

A mí, personalmente, esa liga me provoca tedio. Es como una película comercial de acción americana. Sabes que por muchos tiros que les peguen los malos a los buenos, nunca les van a alcanzar. El desenlace es de sobra conocido. O Madrid, o Barcelona. Por eso, me interesa la otra liga, la de los terrícolas, la de los humanos. Ésa liga en la que el Valencia tiene 10 ocasiones para humillar al rival, pero no las convierte. ¿Por qué? Porque sus jugadores son humanos, y cometen errores. Ésa liga en la que el Sevilla va a Zaragoza, cuyo equipo está en horas muy, muy, muy bajas, y coge, y pierde. Y con un gol en propia. De Negredo, además. Ésa liga de un imprevisible Atlético, tan ambiguo como siempre o más, que hoy gana de paliza al Valladolid y mañana sufre para apear de la Copa a un Segunda. Ésa donde el Xerez visita la Catedral y casi le da un disgusto a Caparrós y los suyos.

Ésa, señores, es la bonita liga española. Ésa y no la otra. En esta liga, el Valencia es el mejor y ha de demostrarlo. De momento, líder a cinco del Mallorca, segundo, y a seis del Sevilla, tercero. Lástima que para el pasaporte hacia la Champions los superequipos fuera de concurso también cuenten. Amunt València.