El Deportivo había caído frente a la Galaxia y el Mallorca la pifió de lo lindo contra el colista. El Valencia tenía la oportunidad de dar un zarpazo muy resaltable de cara a conseguir su pasaporte para la Champions. Con una victoria anoche, hubiera quedado a ocho puntos el quinto puesto. Además, las victorias de Barcelona y Madrid obligaban a imitarles para seguir soñando con algún día ser serio aspirante a la liga. Parece imposible encontrar más motivaciones y acicates para salir a por todas hacia la victoria. Pero el Valencia, desde la alineación, decepcionó. La medular conservadora de Marchena y Albelda dejó huérfano de llegada al conjunto valencianista, y los cuatro temibles atacantes che quedaron como meros espectadores de lujo de una primera mitad para olvidar. El Valencia se empequeñece en las grandes citas y es incomprensible. Ayer, el Sevilla carecía de media defensa. El recién llegado lateral Stankevicius pasó a ser central improvisado y Adriano pasó a la derecha cuando su posición es la siniestra. Emery no supo leer la coyuntura y cedió la responsabilidad a un equipo hispalense que sí que pareció entender lo mucho que se cocía en su estadio.
No es que fuera un escandaloso el dominio sevillista. Su juego estuvo más bien basado en colgar balones a Kanouté y Negredo, con su pícara provocación de faltas, y en la habilidad de Navas que parecía todavía mayor siendo replicada por un Bruno insufrible por la izquierda. No fue escandalosamente escandaloso, pero al menos fue. Y desde la esquina en la cual los de Manolo Jiménez forjaron la eliminación copera valencianista del pasado curso llegó el primer tanto de la noche. Negredo la puso en las mallas del que pudo ser su equipo y éste andó a remolque. Eso sí, el primer tiro a puerta no llegaría hasta ocho minutos después del gol local, en el 28. Mal, muy mal.
Y es que, en el Sánchez Pizjuán no se puede salir a medio gas. Eso es así. Si el Sevilla se adelanta, el balón deja de rodar, y su lugar en el piso es ocupado por los guerreros sevillistas, quienes, con vistas a minimizar el tiempo jugado y asegurar la victoria, caen como moscas ante cualquier contacto. No obstante, ésto es lógico. Ya se sabe como se las gastan en Triana. La pérdida de tiempo es su forma de vida. Y los árbitros suelen caer. No fue menos Pérez Lasa, quien se tragó la expulsión por manos de Zokora, y algún que otro típico teatrillo. Todo arte. Todo flamenco andaluz.
Pero lo que no es permisible es que el Valencia entre en su juego. Desde la sentada de Banega, el mejor del partido de la primera vuelta, el Valencia renunció a sus armas y prefirió salir a la guerra.
Cuando reaccionó Emery fue tarde. La entrada de Banega y Zigic por Marchena y Pablo -que estuvo inoperante, por cierto- precedió al error de Albelda en la salida de balón que propició la contra culminada por Negredo, que con una preciosa vaselina marcaba el segundo de la noche al que pudo ser su equipo, y casi sentenciaba el partido.
Y digo casi porque el Valencia si quiere puede. Y cuando quiso, pudo. A partir del segundo gol, sin presión y con mucha necesidad, el ataque valencianista comenzó a carburar y sólo el poste y Palop evitaron que el choque tuviera, como mínimo, emoción hasta el final con el recorte de distancias por parte de los del Turia.
Dicho recorte llegó en el minuto 2 del descuento, gracias al cráneo de David Navarro, demasiado tarde para salvar un choque decepcionante del Valencia. Sí que dio tiempo a que el valencianista Palop ejerciera un absurdo penalti sobre Villa que Pérez Lasa, sin ganas de entrar en historias, no quiso ver.
El Valencia tiró ayer por la borda una oportunidad de oro para acercarse a la Champions. El Sevilla fue mejor en intensidad y en la consciencia de la importancia del partido.
No es que fuera un escandaloso el dominio sevillista. Su juego estuvo más bien basado en colgar balones a Kanouté y Negredo, con su pícara provocación de faltas, y en la habilidad de Navas que parecía todavía mayor siendo replicada por un Bruno insufrible por la izquierda. No fue escandalosamente escandaloso, pero al menos fue. Y desde la esquina en la cual los de Manolo Jiménez forjaron la eliminación copera valencianista del pasado curso llegó el primer tanto de la noche. Negredo la puso en las mallas del que pudo ser su equipo y éste andó a remolque. Eso sí, el primer tiro a puerta no llegaría hasta ocho minutos después del gol local, en el 28. Mal, muy mal.
Y es que, en el Sánchez Pizjuán no se puede salir a medio gas. Eso es así. Si el Sevilla se adelanta, el balón deja de rodar, y su lugar en el piso es ocupado por los guerreros sevillistas, quienes, con vistas a minimizar el tiempo jugado y asegurar la victoria, caen como moscas ante cualquier contacto. No obstante, ésto es lógico. Ya se sabe como se las gastan en Triana. La pérdida de tiempo es su forma de vida. Y los árbitros suelen caer. No fue menos Pérez Lasa, quien se tragó la expulsión por manos de Zokora, y algún que otro típico teatrillo. Todo arte. Todo flamenco andaluz.
Pero lo que no es permisible es que el Valencia entre en su juego. Desde la sentada de Banega, el mejor del partido de la primera vuelta, el Valencia renunció a sus armas y prefirió salir a la guerra.
Cuando reaccionó Emery fue tarde. La entrada de Banega y Zigic por Marchena y Pablo -que estuvo inoperante, por cierto- precedió al error de Albelda en la salida de balón que propició la contra culminada por Negredo, que con una preciosa vaselina marcaba el segundo de la noche al que pudo ser su equipo, y casi sentenciaba el partido.
Y digo casi porque el Valencia si quiere puede. Y cuando quiso, pudo. A partir del segundo gol, sin presión y con mucha necesidad, el ataque valencianista comenzó a carburar y sólo el poste y Palop evitaron que el choque tuviera, como mínimo, emoción hasta el final con el recorte de distancias por parte de los del Turia.
Dicho recorte llegó en el minuto 2 del descuento, gracias al cráneo de David Navarro, demasiado tarde para salvar un choque decepcionante del Valencia. Sí que dio tiempo a que el valencianista Palop ejerciera un absurdo penalti sobre Villa que Pérez Lasa, sin ganas de entrar en historias, no quiso ver.
El Valencia tiró ayer por la borda una oportunidad de oro para acercarse a la Champions. El Sevilla fue mejor en intensidad y en la consciencia de la importancia del partido.
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