Si algo ha quedado bien claro en las 21 jornadas de Liga BBVA que se portan disputadas, es que el tercero en discordia es el Valencia Club de Fútbol. El Valencia se alza como el indiscutible líder de la liga de los humanos, aquélla formada por los equipos que sufren los compromisos económicos que una época de crisis conlleva, aquélla en la cual hasta los conjuntos teóricamente más fuertes pueden patinar en campos más humildes -véase ayer el Sevilla en la Romareda-, aquélla en la que cada domingo existe emoción.
En la otra liga, la del Madrid y el Barça, sólo existe intringa en su conjunto. Osease, únicamente tiene suspense el desenlace, la respuesta a la pregunta del millón, ¿quién ganará la Liga? Dentro de ella, los periodistas deportivos que llevan la camiseta de uno u otro equipo, parafraseando a Pep Guardiola, tratan de inventarse bulos de etimología villarina para alimentar un pseudoculebrón de 38 partidos a cara de perro entre los dos equipos más poderosos del mundo. Interesante, sí. Pero hasta cierto punto. Aburre ver como a los cinco minutos ya van ganando. Y ante ésto, no extraña que el árbitro pase a ser el punto de mira principal. Es el único individuo de la farándula futbolística que se interna en el terreno de juego sin ser de ningún equipo. Pero la polémica que se viene vertiendo sobre el villarato y demás presuntos complots contra la transparencia de estos personajes no es más que un artificio mediático que sirva, por un lado, para justificar la victoria rival y la consecuente derrota propia y, por otro, mantener viva la llama mediática de un espectáculo bipolar, bipartidista, y privativo de dos equipos. Seamos sinceros, a los dos grandes les ayudan los colegiados.
A mí, personalmente, esa liga me provoca tedio. Es como una película comercial de acción americana. Sabes que por muchos tiros que les peguen los malos a los buenos, nunca les van a alcanzar. El desenlace es de sobra conocido. O Madrid, o Barcelona. Por eso, me interesa la otra liga, la de los terrícolas, la de los humanos. Ésa liga en la que el Valencia tiene 10 ocasiones para humillar al rival, pero no las convierte. ¿Por qué? Porque sus jugadores son humanos, y cometen errores. Ésa liga en la que el Sevilla va a Zaragoza, cuyo equipo está en horas muy, muy, muy bajas, y coge, y pierde. Y con un gol en propia. De Negredo, además. Ésa liga de un imprevisible Atlético, tan ambiguo como siempre o más, que hoy gana de paliza al Valladolid y mañana sufre para apear de la Copa a un Segunda. Ésa donde el Xerez visita la Catedral y casi le da un disgusto a Caparrós y los suyos.
Ésa, señores, es la bonita liga española. Ésa y no la otra. En esta liga, el Valencia es el mejor y ha de demostrarlo. De momento, líder a cinco del Mallorca, segundo, y a seis del Sevilla, tercero. Lástima que para el pasaporte hacia la Champions los superequipos fuera de concurso también cuenten. Amunt València.
En la otra liga, la del Madrid y el Barça, sólo existe intringa en su conjunto. Osease, únicamente tiene suspense el desenlace, la respuesta a la pregunta del millón, ¿quién ganará la Liga? Dentro de ella, los periodistas deportivos que llevan la camiseta de uno u otro equipo, parafraseando a Pep Guardiola, tratan de inventarse bulos de etimología villarina para alimentar un pseudoculebrón de 38 partidos a cara de perro entre los dos equipos más poderosos del mundo. Interesante, sí. Pero hasta cierto punto. Aburre ver como a los cinco minutos ya van ganando. Y ante ésto, no extraña que el árbitro pase a ser el punto de mira principal. Es el único individuo de la farándula futbolística que se interna en el terreno de juego sin ser de ningún equipo. Pero la polémica que se viene vertiendo sobre el villarato y demás presuntos complots contra la transparencia de estos personajes no es más que un artificio mediático que sirva, por un lado, para justificar la victoria rival y la consecuente derrota propia y, por otro, mantener viva la llama mediática de un espectáculo bipolar, bipartidista, y privativo de dos equipos. Seamos sinceros, a los dos grandes les ayudan los colegiados.
A mí, personalmente, esa liga me provoca tedio. Es como una película comercial de acción americana. Sabes que por muchos tiros que les peguen los malos a los buenos, nunca les van a alcanzar. El desenlace es de sobra conocido. O Madrid, o Barcelona. Por eso, me interesa la otra liga, la de los terrícolas, la de los humanos. Ésa liga en la que el Valencia tiene 10 ocasiones para humillar al rival, pero no las convierte. ¿Por qué? Porque sus jugadores son humanos, y cometen errores. Ésa liga en la que el Sevilla va a Zaragoza, cuyo equipo está en horas muy, muy, muy bajas, y coge, y pierde. Y con un gol en propia. De Negredo, además. Ésa liga de un imprevisible Atlético, tan ambiguo como siempre o más, que hoy gana de paliza al Valladolid y mañana sufre para apear de la Copa a un Segunda. Ésa donde el Xerez visita la Catedral y casi le da un disgusto a Caparrós y los suyos.
Ésa, señores, es la bonita liga española. Ésa y no la otra. En esta liga, el Valencia es el mejor y ha de demostrarlo. De momento, líder a cinco del Mallorca, segundo, y a seis del Sevilla, tercero. Lástima que para el pasaporte hacia la Champions los superequipos fuera de concurso también cuenten. Amunt València.
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