Agonía, épica, emoción... Muchas sensaciones vividas durante la ncohe de hoy en Mestalla. Un Mestalla con ánimo de venganza deportiva, de revancha por el aciago partido del jueves pasado en la ciudad belga. Un Valencia preparado para la gesta, con una formación ofensiva de 3-5-2 y con todas las localidades de su circo máximo ocupadas, comenzó como un auténtico vendaval, y el primer apogeo de la noche llegó a los 20 segundos de juego. Miguel, en ese momento actuando en el lateral izquierdo, ascendió como quien no quiere la cosa por dicho flanco, y centró un balón que tras ser rozado por un zaguero forastero llegó a los pinreles de Juan Mata, quien batió por bajo desde el punto de penalti a Stijnen.
Cómo es el fútbol, que lo que no consiguió el Valencia en los primeros noventa minutos en Brujas, lo hizo ayer cuando los aficionados todavía se estaban acomodando en sus asientos. Cómo es el fútbol que lo que consiguió en la primera jugada del partido, no volvería a ser capaz de hacerlo hasta la prórroga. Hecho tan pronto lo más difícil, pasar de ronda parecía pan comido en un principio, pero a posteriori se comprobó que de pan no tenía nada. Y menos comido. Ni siquiera un trocito. Del éxtasis inicial el partido se fue calmando, el Brujas fue ordenándose y al Valencia le comenzó a costar más llegar al arco visitante. A pesar del decreciente ritmo valencianista, el control del choque prosiguió siendo absoluto, merced a una inédita medular formada por Baraja y Banega, cuyas espaldas se veían bien secundadas por David Albelda.
Exceptuando los primeros compases, el Brujas hizo un partido serio y no dejó que los pupilos de Emery se acercaran con facilidad a su portería. Aún así, el equipo che pudo irse al descanso con algún gol más de ventaja. La peligrosidad del equipo flamenco sólo residió en algunas jugadas aisladas y en libres directos desde la frontal. La ocasión más clara de los blanquinegros la tuvo Banega al filo del descanso, cuando desde fuera del área chutó duro pero excesivamente centro como para batir a un Stijnen que lo iba a poner muy difícil si batirle era el objetivo valencianista.
En la segunda parte, la contienda se mantuvo por los mismos derroteros, con el peso del juego ofensivo portado por los locales. El Valencia volvió a un 4-4-2 clásico con la entrada por precaución de Alexis por un amonestado Rubén Baraja.
Stijnen no tardó en convertirse en la pesadilla blanquinegra. Repelió uno a uno todos los disparos que los estiletes valencianistas enviaban hacia su meta. Cuando se tenían nueve minutos cumplidos de la segunda parte, Villa se inventó una gran jugada personal desde la banda derecha, pero envió su disparo a las piernas del cancerbero belga. No obstante, la más clara la tendría Pablo, quien incomprensiblemente la envió también al muñeco tras aprovecharse de un rechace del guardameta a tiro de Joaquín -quien, por cierto, había entrado por Zigic-.
El Brujas, en la parte final de los noventa reglamentarios, también dispuso de ocasiones para dar la campanada, pero César, ayer titular en detrimento de Moya, respondió con tanta eficiencia como su colega Stijnen.
A la postre, los locales no supieron sacar una eliminatoria por la vía de los noventa minutos y tuvieron que enzarzarse en una imprevisible prórroga, con las fuerzas de ambos contendientes escaseando cada vez más.
Aquí, Pablo Hernández fue el gran protagonista. Primero porque en la primera parte del tiempo añadido se vio en la media luna, y disparo seco abajo, a la derecha del portero belga. Eliminaba así cualquier opción de marchar a la tanda de penaltis, y daba momentáneamente el pase a los valencianistas.
Al comienzo de la segunda parte, Mata se encontró solo frente al cancerbero del Brujas, pero ajustó tanto su disparo que salió rozando el poste de la portería. Pero por fuera, claro. Minutos después llegaría la sentencia definitiva con una contra perfectamente ejecutada por Pablo, quien tras sortear la salida del portero, puso el tercero de la noche.
Cómo es el fútbol, que lo que no consiguió el Valencia en los primeros noventa minutos en Brujas, lo hizo ayer cuando los aficionados todavía se estaban acomodando en sus asientos. Cómo es el fútbol que lo que consiguió en la primera jugada del partido, no volvería a ser capaz de hacerlo hasta la prórroga. Hecho tan pronto lo más difícil, pasar de ronda parecía pan comido en un principio, pero a posteriori se comprobó que de pan no tenía nada. Y menos comido. Ni siquiera un trocito. Del éxtasis inicial el partido se fue calmando, el Brujas fue ordenándose y al Valencia le comenzó a costar más llegar al arco visitante. A pesar del decreciente ritmo valencianista, el control del choque prosiguió siendo absoluto, merced a una inédita medular formada por Baraja y Banega, cuyas espaldas se veían bien secundadas por David Albelda.
Exceptuando los primeros compases, el Brujas hizo un partido serio y no dejó que los pupilos de Emery se acercaran con facilidad a su portería. Aún así, el equipo che pudo irse al descanso con algún gol más de ventaja. La peligrosidad del equipo flamenco sólo residió en algunas jugadas aisladas y en libres directos desde la frontal. La ocasión más clara de los blanquinegros la tuvo Banega al filo del descanso, cuando desde fuera del área chutó duro pero excesivamente centro como para batir a un Stijnen que lo iba a poner muy difícil si batirle era el objetivo valencianista.
En la segunda parte, la contienda se mantuvo por los mismos derroteros, con el peso del juego ofensivo portado por los locales. El Valencia volvió a un 4-4-2 clásico con la entrada por precaución de Alexis por un amonestado Rubén Baraja.
Stijnen no tardó en convertirse en la pesadilla blanquinegra. Repelió uno a uno todos los disparos que los estiletes valencianistas enviaban hacia su meta. Cuando se tenían nueve minutos cumplidos de la segunda parte, Villa se inventó una gran jugada personal desde la banda derecha, pero envió su disparo a las piernas del cancerbero belga. No obstante, la más clara la tendría Pablo, quien incomprensiblemente la envió también al muñeco tras aprovecharse de un rechace del guardameta a tiro de Joaquín -quien, por cierto, había entrado por Zigic-.
El Brujas, en la parte final de los noventa reglamentarios, también dispuso de ocasiones para dar la campanada, pero César, ayer titular en detrimento de Moya, respondió con tanta eficiencia como su colega Stijnen.
A la postre, los locales no supieron sacar una eliminatoria por la vía de los noventa minutos y tuvieron que enzarzarse en una imprevisible prórroga, con las fuerzas de ambos contendientes escaseando cada vez más.
Aquí, Pablo Hernández fue el gran protagonista. Primero porque en la primera parte del tiempo añadido se vio en la media luna, y disparo seco abajo, a la derecha del portero belga. Eliminaba así cualquier opción de marchar a la tanda de penaltis, y daba momentáneamente el pase a los valencianistas.
Al comienzo de la segunda parte, Mata se encontró solo frente al cancerbero del Brujas, pero ajustó tanto su disparo que salió rozando el poste de la portería. Pero por fuera, claro. Minutos después llegaría la sentencia definitiva con una contra perfectamente ejecutada por Pablo, quien tras sortear la salida del portero, puso el tercero de la noche.
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