Un ambiente enrarecido se cierne sobre Valencia cuando el lobo cántabro se arrima a tierras levantinas. Esta psicosis esta más que justificada. Los deshechos de esta especie de lobo ibérico en Mestalla cerca están de formar parte de la tradición folklórica española. Tchité, Munitis, Serrano y compañía, tienen fagocitada la moral che, y los que visten de blanquinegro se acobardan siempre frente a un rival que sabe perfectamente lo que tiene que hacer, y cómo, y cuándo... Y ayer sólo les faltó punteria.
Sin complejos, el lobo aulló durante el primer cuarto de hora, rondó el área valencianista. El cachorro Canales aprovechaba por el flanco siniestro los nervios del debutante, y aún más liviano que él si cabe, Joel Johnson. Por cierto, buen partido el del canterano valencianista. El rutilante fichaje del Real Madrid, junto a Tchité, trigoleador en el partido de la pasada campaña, y sus licántropos compañeros, presionaron la salida de balón del Valencia. Ahogaron y estrangularon la medular, formada ayer por Baraja y Maduro, y obligaron a los blanquinegros a obcecarse en el pelotazo made in Ranieri que de nada suele servir en los últimos tiempos. El juego del Valencia tuvo un tono grisáceo lóbrego, casi negro. Triste, muy triste, cuasi lúgubre. No anduvo nunca cómodo en la alfombra verde.
Aullaron y asustaron los ayer blaugrana, pero ese ritmo de presión en todo el campo les era, de todas, todas, insostenible. Insoportable. Así que, el Valencia, sin timón claro, ni estilo, ni esquema, ni ideas, comenzó a estirarse. Joel intentó aportar cositas por la banda derecha. Mata y Silva intentaban conectar con el Guaje. Pero nada. Prácticamente nada.
Sólo hubieron dos claras para los locales en el primer período. Ninguna, como no podía ser de otra forma, llegó mediante elaboración -Banega, vuelve ya-. La primera, tras un contragolpe lanzado por el gran juego de pies que tiene Moyá. Buscó el mallorquín a Mata, y la jugada desembocó en un Villa que no supo resolver solo frente a Coltorti. Corría el minuto 18. Alcanzaba el partido los 21 minutos cuando en una pérdida de la defensa racinguista, Pablo abría el esférico hacia el Guaje que, otra vez en soledad, la mandaba al poste primero, y al octavo anfiteatro en el rechace.
Antes del descanso, el Racing volvió a avanzar en el frente y el escurridizo Canales dio el primer gran susto de la noche. Moyá iniciaba por fin su resurrección, futbolística, claro está, y rechazó el balón con el pie.
La segunda parte fue de cabo a rabo del Racing. Por momentos el partido se enloqueció, se convirtió en un auténtico correcalles, pero en río revuelto, sólo los cántabros lindaron verdaderamente con la pesca. A punto estuvo el lobo de llevarse un pez gordo. El tercero más gordo de España. Aunque ayer, empequeñecido. La retaguardia del Rácing lo tuvo bien sencillo. Era cuestión de mantener las líneas juntitas, mantener el orden. Ni Villa y compañía tenían el día. Ni el Chori cuando entró. Baraja tampoco creaba juego. Ninguna tuvo el Valencia en la segunda mitad de la contienda. Varias, y bastante claras, la que los de Portugal tuvieron.
No obstante, el Racing no supo morder. Los che, merced a un gran Moyá, se escabullían, se resistían a la derrota, que empezaría ya a ser hasta justa. Tchité tuvo un par, ambas despejadas por el cancerbero valencianista, mientras que Canales volvió a escalofriar a la grada con dos remates que mandó excesivamente alto.
Parece el Rácing tan experto en liarla en la acequia de Mestalla que ayer se confío hasta que Turienzo Alvárez pitó el final de partido sin que hubieran agujereado las redes locales.
Cuando corría el 85, David Navarro, que ayer ejercía su retorno tras la lesión, vio la segunda amarilla por cortar un balón con la mano. Ésa es otra cuestión a mirarse. En los cinco últimos choques el Valencia ha visto cinco veces la roja. Sólo quedó impune en el agónico partido de vuelta frente al Brujas. Sea como fuere, el Racing siguió intentando sacar tajada del flojo partido valencianista, y los locales se pudieron dar con un canto en los dientes porque, vaya segunda parte... De nada sirve rondar y aullar si eres lobo y no matas a tu presa. El Rácing ayer no supo morder, y el Valencia salió vivo de un olvidable partido.
Sin complejos, el lobo aulló durante el primer cuarto de hora, rondó el área valencianista. El cachorro Canales aprovechaba por el flanco siniestro los nervios del debutante, y aún más liviano que él si cabe, Joel Johnson. Por cierto, buen partido el del canterano valencianista. El rutilante fichaje del Real Madrid, junto a Tchité, trigoleador en el partido de la pasada campaña, y sus licántropos compañeros, presionaron la salida de balón del Valencia. Ahogaron y estrangularon la medular, formada ayer por Baraja y Maduro, y obligaron a los blanquinegros a obcecarse en el pelotazo made in Ranieri que de nada suele servir en los últimos tiempos. El juego del Valencia tuvo un tono grisáceo lóbrego, casi negro. Triste, muy triste, cuasi lúgubre. No anduvo nunca cómodo en la alfombra verde.
Aullaron y asustaron los ayer blaugrana, pero ese ritmo de presión en todo el campo les era, de todas, todas, insostenible. Insoportable. Así que, el Valencia, sin timón claro, ni estilo, ni esquema, ni ideas, comenzó a estirarse. Joel intentó aportar cositas por la banda derecha. Mata y Silva intentaban conectar con el Guaje. Pero nada. Prácticamente nada.
Sólo hubieron dos claras para los locales en el primer período. Ninguna, como no podía ser de otra forma, llegó mediante elaboración -Banega, vuelve ya-. La primera, tras un contragolpe lanzado por el gran juego de pies que tiene Moyá. Buscó el mallorquín a Mata, y la jugada desembocó en un Villa que no supo resolver solo frente a Coltorti. Corría el minuto 18. Alcanzaba el partido los 21 minutos cuando en una pérdida de la defensa racinguista, Pablo abría el esférico hacia el Guaje que, otra vez en soledad, la mandaba al poste primero, y al octavo anfiteatro en el rechace.
Antes del descanso, el Racing volvió a avanzar en el frente y el escurridizo Canales dio el primer gran susto de la noche. Moyá iniciaba por fin su resurrección, futbolística, claro está, y rechazó el balón con el pie.
La segunda parte fue de cabo a rabo del Racing. Por momentos el partido se enloqueció, se convirtió en un auténtico correcalles, pero en río revuelto, sólo los cántabros lindaron verdaderamente con la pesca. A punto estuvo el lobo de llevarse un pez gordo. El tercero más gordo de España. Aunque ayer, empequeñecido. La retaguardia del Rácing lo tuvo bien sencillo. Era cuestión de mantener las líneas juntitas, mantener el orden. Ni Villa y compañía tenían el día. Ni el Chori cuando entró. Baraja tampoco creaba juego. Ninguna tuvo el Valencia en la segunda mitad de la contienda. Varias, y bastante claras, la que los de Portugal tuvieron.
No obstante, el Racing no supo morder. Los che, merced a un gran Moyá, se escabullían, se resistían a la derrota, que empezaría ya a ser hasta justa. Tchité tuvo un par, ambas despejadas por el cancerbero valencianista, mientras que Canales volvió a escalofriar a la grada con dos remates que mandó excesivamente alto.
Parece el Rácing tan experto en liarla en la acequia de Mestalla que ayer se confío hasta que Turienzo Alvárez pitó el final de partido sin que hubieran agujereado las redes locales.
Cuando corría el 85, David Navarro, que ayer ejercía su retorno tras la lesión, vio la segunda amarilla por cortar un balón con la mano. Ésa es otra cuestión a mirarse. En los cinco últimos choques el Valencia ha visto cinco veces la roja. Sólo quedó impune en el agónico partido de vuelta frente al Brujas. Sea como fuere, el Racing siguió intentando sacar tajada del flojo partido valencianista, y los locales se pudieron dar con un canto en los dientes porque, vaya segunda parte... De nada sirve rondar y aullar si eres lobo y no matas a tu presa. El Rácing ayer no supo morder, y el Valencia salió vivo de un olvidable partido.
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